Salimos por el camino de
Málaga, a eso de las seis de la tarde, y a unos cuantos kilómetros nos
encontramos con los que encabezaban la desventurada procesión. Venían
primero los más fuertes, los que habrían podido transportar sus cosas en
burros, mulas y caballos. Los dejamos atrás, y a medida que íbamos
avanzando el espectáculo se hacía más lastimoso. Las madres llevaban a
sus niños, cubiertos con apenas con un guiñapo, al hombro o tiraban de
ellos por la mano. Pasó un hombre con sus dos pequeños a la espalda,
niños de uno y dos años, y cargando además cacerolas y trastos, y
recuerdo queridos de su hogar. Engrosaba el río de gente y nuestro coche
se abría a duras penas. A ochenta y ocho kilómetros de Almería nos
decían que no siguiéramos más adelante, porque allí detrás venían ya los
fascistas. Habíamos visto tantas mujeres y tantos niños angustiados,
que resolvimos regresar para dedicarnos a transportar a los más
desvalidos.
Difícil tarea elegir entre todos. Una multitud de padres y madres
frenéticos se apretó alrededor del coche. Tenían la cara y los ojos
congestionados por el polvo y el sol de cuatro días, y levantaban hacia
nosotros, en sus brazos cansados, los cuerpecitos de sus hijos.
"Llévate a éste"; "mira este niño"; "este va herido". Niños con los
bracitos y las piernas enredados en trapos ensangrentados; niños sin
zapatos; con los pies hinchados; niños que lloraban desesperados de
dolor, de hambre, de cansancio. Doscientos kilómetros de miseria.
Imaginaos lo que serían cuatro días de andar escondiéndose en las
montañas, perseguidos por los aviones de los bárbaros fascistas, y
cuatro noches de caminar en grupo compacto hombres, mujeres, niños,
mulas, burros y cabras, tratando de mantenerse juntas las familias,
llamándose por el nombre propio, buscándose en las sombras ¿A quién
íbamos a subir al coche? ¿Al niño que se moría de disentería o a la
madre que nos miraba silenciosa, con los ojos hundidos, apretando contra
su pecho desnudo al pequeño que había nacido en el camino? Aquella
madre había descansado solamente diez horas. Había una mujer de sesenta
años que no podía dar un paso más. La sangre de las úlceras de sus
piernas hinchadas teñía de rojo sus alpargatas blancas. Muchos viejos
abandonaban toda esperanza y, tumbados en la cuneta del camino,
esperaban la muerte.
http://audio.urcm.net/El-crimen-del-camino-Malaga
Páginas
Temas
- A la caza del monumento franquista (3)
- Almería (1)
- Argentinos en el Exterior (1)
- Campo de Gibraltar (1)
- Cerrando Heridas (38)
- Concentraciones (18)
- Conciertos (10)
- Córdoba (1)
- Curso de Verano (3)
- Entrevistas (4)
- Exhumaciones (8)
- Exposiciones (8)
- Federación Estatal (14)
- Formación (20)
- Granada (4)
- Huelva (8)
- I Congreso de Víctimas (4)
- I Encuentro Internacional (13)
- Jaén (18)
- Jornadas Mujer: represión y lucha contra el olvido (5)
- Málaga (11)
- Plataforma memorialista (2)
- Portugal (2)
- Presentaciones (5)
- Proyecciones (6)
- Sevilla (24)
- Unidad Cívica Andaluza por la República (1)
- Verdad Justicia y Reparación (1)
- Vídeos (21)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario